ALBERTO WAINER

RÁPIDA HISTORIA DEL CERVANTES


Presentación del libro

“EL CERVANTES. IDEAS DE TEATRO NACIONAL (…y algunas notas y digresiones)
de Alberto Wainer.


EL CERVANTES. ideas de Teatro NacionalEl miércoles 7 de diciembre pasado, se realizó la conferencia de Prensa en la que el Teatro Nacional Cervantes anunció su Programación 2012. En su transcurso, además, se presentó el libro “El Cervantes. Ideas de Teatro Nacional (…y algunas notas y digresiones), de Alberto Wainer.
Este es el primer libro  que, en sus 90 años de existencia,    publica nuestro  Teatro  Nacional. Con él abre, qué duda cabe, nuevas y riquísimas  perspectivas para su misión artística y cultural.
No parece  casual que esto tenga lugar, cuando la Feria del Libro de Teatro, que desde 2003, viene realizándose en el TNC, y que durante muchos años fue la única en su especificidad que se realizó en nuestra Región Cultural, se haya impuesto como un acontecimiento mayor de la Cultura Argentina, al extremo que, a su imagen y semejanza, se hayan implementado eventos similares en otros países hermanos con los que, felizmente, establecimos fluida colaboración e intercambio. Las razones de esta creciente difusión  hay que buscarlas en la conciencia que han adquirido los teatristas, estudiantes, investigadores, entidades públicas y privadas,  y  público en general,   de que el libro, las publicaciones especializadas  y la documentación teatral son, en el universo de las teatralidades,   herramientas técnicas, teóricas y críticas indispensables, que  trascienden la difusión del texto dramático o el de los lenguajes disciplinarios,  y ensayan amplias perspectivas filosóficas, sociales y antropológicas.

“El Cervantes. Ideas de Teatro Nacional (…y algunas notas y digresiones), de Alberto Wainer, está a disposición de sus futuros lectores y críticos, en el Archivo Histórico del Teatro Nacional Cervantes (Avda. Córdoba 1155, Subsuelo. 4815  8883/ 6,  interno 137), en la Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios de Teatro (Av. Córdoba 1199, teléfono/fax: 4816-7212) y en librerías especializadas de Buenos Aires: Librería de Ávila (Alsina 500, esquina Bolívar, teléfono (5411) 4331-8989, Vive leyendo (ex Fray Mocho), Sarmiento 1832, Teléfono: (54 11) 4372-6646, Librería Guadalquivir, Rodríguez Peña 744, Teléfono (5411) 4815-1190, etc.
La idea es que rápidamente el libro esté, para su consulta,   en la mayor cantidad posible de librerías, bibliotecas y centros culturales y educacionales de la Capital y del interior del país y, también, de Iberoamérica.

A continuación, el sumario de la obra, su Prólogo, escrito por la periodista Aida Giacani, Jefa de Prensa del T. N.C., y una Introducción del autor, que procura poner en claro el propósito de su escritura.

 

Introducción

Porque comparto el pensamiento de que sólo el espíritu crítico es creativo, y que los relatos ensayados hasta la fecha sobre nuestro único Teatro Nacional, cualquiera sea su aporte o tendencia, merecen ser vueltos a leer con ese espíritu, probaré, muy brevemente, revisitar su historia, sin la pretensión de abarcarla en su totalidad (de hecho las notas a pie, las digresiones y las variaciones son aquí más profusas -y quizás también más reveladoras- que la escueta línea cronológica puntual, hay en ellas una suerte de heurística, de pensamiento lateral, un montaje transversal, con itinerarios y añadidos decididos desde puntos de vista heterogéneos, y también, sin la pretensión de develar ninguna clave oculta, arriesgando incluso ideas muy discutibles que pretenden precisamente eso: ser discutidas. Una constante de sus noventa años de existencia, fue, y puede constatarse, la del estado de crisis o la de la acechanza ominosa de la crisis, un espiral ascendente y, enseguida, descendente, lo mejor y lo peor -abnegación, ideales, frustraciones, corruptelas, renacimientos, recaídas y nuevos despertares llenos de empuje, de esperanzas, de proyectos, de imaginación – pero acaso ¿no es esa, precisamente, la constante de la historia del país cuyo arte teatral asume?¿Y qué lectura de país, qué critica de la cultura -no ya solo del teatro- puede hacerse desde un relato de datos soslayados, de apropiaciones, de, tal como es recurrente en nuestra patria, desapariciones y falsificaciones manifiestas?

De todas maneras, si se aspira a que repensar, refundar, sea algo más que abstracciones, hay que obstinarse en buscar en las raíces, abierta, pluralmente y, si es necesario, con impiedad.
En eso, estrictamente en eso, y con toda humildad, está la justificación de esta brevísima historia, y de las notas a pie a las que -asociaciones inevitables- nos remite su andadura. También en la convicción de la necesidad de que nos detengamos por un instante en esa idea, esa intuición, de Teatro y Nación, que excede, por supuesto a nuestro país, y que orientó las búsquedas de gentes tan diversas como Lope de Vega, Ignacio de Luzán y Leandro F. de Moratín, Lady Gregory , William B. Yeats y John M. Synge, Jean Racine, Moliere, Benjamin Constant y Víctor Hugo, Johan W. Goethe, Friedrich Schiller, Gotthold E. Lessing y Johann von Herder, Giambattista Vico, Eduardo de Filippo, Luigi Pirandello, Paolo Grassi y Giorgio Strehler, José Marti, Juan B. Alberdi y Domingo F. Sarmiento, Mariano G. Bosch y Vicente Rossi, etc. Todo un Almanaque de Gotha del teatro mundial que, sin embargo, a los diseñadores de nuestra cultura les pareció provinciano, invasivo o alienante y, esto es lo preocupante, aún les sigue pareciendo. Ellos, en un tiempo en el que, parafraseando a Sthendal, asistimos a un enorme estrechamiento del campo de la historia (y también de la política) reivindican una independencia abstracta, una antiinstitucionalidad romántica (pero aún en uso), y lo hacen a tal punto que la sanción al artista que asume la creación desde un ámbito teatral público -y hay ejemplos más o menos recientes que, oportunamente referiremos- adquiere dimensiones de excomunión. Por supuesto, el tabú afecta exclusivamente a la creación desde la esfera de la gestión y la dirección política, nunca a la del simple ejercicio del oficio privado que, parece, es a-ideológico y, por lo tanto, no implica compromiso; es más: actores directores y ejecutores de otras muchas disciplinas que han ejercido “su trabajo profesional” en épocas y situaciones ética y políticamente discutibles, sufrirían como un insulto que se los convocara para una función dirigencial. Establecen así una suerte de escalafón de consciencia y responsabilidad, en la que les toca la parte del profesional funcional, aséptico y, por lo tanto, inocente.

Naturalmente que el espacio y el método de producción de una obra artística es también su estética y consecuentemente, su ética, y que esto, desde un escenario oficial se redimensiona. Sería hipócrita ocultar que desde el espacio público se puede hacer teatro privado: privatizaciones y/o tercerizaciones que, de acuerdo a la permisividad coyuntural, obligan a mayores o menores encubrimientos; que el despacho oficial revela muchas veces al burócrata que “el artista” escondía, también que desde allí es fácil ejercer la censura sin ejercicio expreso de la censura, una suave censura -solapada, podría llamársela- por omisión, por olvido, por simple desatención, que se lo puede usar- en todos los sentidos- en provecho personal, y es, por lo tanto, comprensible que algún artista honrado o, muy ocupado en parecerlo, se proteja de estas tentaciones desagradables (o de su sospecha casi inevitable) y se abstenga. En ocasión de haberle sido escamoteado a La granada, de Rodolfo J. Walsh, un primer premio que incluía su representación por la Comedia Nacional, el crítico teatral de un importante periódico, escribió que la razón de esa injusticia debía buscarse en un prejuicio que juzga a la sátira menos importante que al drama (sic). Esto, hasta por lo engañoso de una redacción que insinuaba hasta cierto desacuerdo con la decisión al jurado, era simple complicidad vergonzante. El quid de la decisión no había que buscarlo en el género de la pieza.

Representar o no La granada sintetiza, como dilema, la fatalidad política de las elecciones artísticas de un Teatro Nacional.
Alberto Wainer Pero La Granada está desde 2002 en el repertorio histórico del Teatro Nacional Cervantes y eso, aunque me consta que hay ejemplos en contrario, funciona como indicio de que un Teatro Nacional puede -si ética, voluntad y política teatral se conjugan en quienes lo definen- enfrentarse a sus dilemas vertebrales y exponerse conscientemente a las turbulencias del ejercicio de la cultura, a sus ricas y dolorosas contradicciones. La consecuencia puede ser, perfectamente, el fracaso y la represalia del funcionario agraviado de turno, pero aún esa eventualidad conlleva un salto moral. Lo intentaron puntualmente, Antonio Cunill Cabanellas, Cátulo Castillo, Orestes Caviglia, Osvaldo Dragún y, no sólo la dirección, sino todo el personal artístico y administrativo del Teatro Nacional Cervantes cuando, sobre el final del gobierno de De la Rúa, además del Teatro que acababa del cumplir 80 años, todo el país parecía derrumbarse.

Así de claras las intenciones, anotemos que como toda historia, la del Cervantes comienza antes del comienzo, la prehistoria es a la historia sentido e impulso, un tiempo-espacio-perspectiva en el que las obras del hombre se prueban necesarias o triviales.

Alberto Wainer

 

SUMARIO

* Presentación, por Rubens W. Correa y Claudio Gallardou

* Prólogo, por Aida Giacani

* Propósito.

* Introducción.

Capitulo 1. El escenario de un escenario.

Capitulo 2. Datos de la invención de un siglo.

Capítulo 3.Tres (¿cuatro?) nombres para una nueva representación del mundo.

Capítulo 4. Una teatralidad que no fue.

Capítulo 5.  La fundación de un sueño.

Capítulo 6. ¿Y ahora que hacemos con el Cervantes?

Capítulo 7. El Teatro Nacional de Comedia.

Capítulo 8. Un espacio orgánico de teatralidades.

Capítulo 9. Después del 45.

Capítulo 10. Una misión artística y patriótica.

Capítulo 11. Tras el incendio, el silencio

Capítulo 12.  Coda

*Notas y digresiones

A la Introducción- Política de las elecciones artísticas.

Al Capítulo 1. "El escenario de un escenario": 1) "El Régimen". 2) El "público culto" de Buenos Aires a fines del 19, y una metáfora perfecta

Al Capítulo 2. Poblar despoblando

Al Capítulo 3.Tres (¿cuatro?) nombres para una nueva representación del mundo: Carl Einstein.

Al Capítulo 4. Una teatralidad que no fue: 1) Antón Giulio Bragaglia, una visita imprudente. 2) Pablo Raffetto, alias Cuarenta Onzas. 3) Vicente Rossi. 4) El Sainete. 5) El grotesco criollo. 6) Enrique García Velloso. 7) El nuevo Teatro Colón. 8) Los teatros que ya no están.

Al Capítulo 5. Los nombres del Tiempo.

Al Capítulo 6. ¿Y ahora que hacemos con el Cervantes?: 1) Raúl González Tuñón, el cadáver de un Teatro Nacional y la Virgencita del Cervantes. 2) Marinetti en la Argentina: Coincidencias y contrastes sorprendentes.

Al Capítulo 7. El Teatro Nacional de Comedia: 1) Cálida bienvenida a Don Antonio Cunill Cabanellas. 2) Osvaldo Dragún: el espejo incómodo.

Al Capítulo 8. Un espacio orgánico de teatralidades: 1) El Instituto Nacional de Estudios de Teatro I.N.E.T.). 2) El "Martín Fierro" de Elías Alippi (“Nota al pie de una nota al pie: Miguel Faust-Rocha y Enrique de Rosas)

Al Capítulo 9. Después del 45: 1) El Archivo Histórico del Teatro Nacional Cervantes. 2) Enrique Santos "Discepolín".

Al Capítulo 10. Una misión artística y patriótica: 1) Teatros Nacionales en Latinoamérica. Cruces, divergencias y concurrencias. 2) Los fusilamientos de 1956. 3) Alpargatas no, libros sí, pero "Hombre y superhombre" no. 4) La "generación del 60" del Teatro Argentino. 5) Jean-Louis Barrault y las ruinas del Cervantes. 6) Del Cervantes al San Martín.

Al Capítulo 11. Tras el incendio, el silencio: 1) De censores y paradigmas.

Al Capítulo 12.  Coda: 1) 50 años de Comedia Nacional y Recuperación democrática. 2) La identidad como un tejido de las diferencias. (Una reunión de dramaturgos de Hispanoamérica en el Cervantes). 3) La restauración de lo reprimido.

*Esquemas de situación:
 1) Historia y política.
  2) El arte y la cultura.
  3) Programación del Cervantes.

* Bibliografía básica.

*Dedicatoria.

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